15 sept 2010

La vida vino, viene y volverá...

El vida no va, viene… ese es el mayor misterio que se ha encendido en mi vida este último tiempo. ¿Que significa esta afirmación?, ¿que puede causar?… creo que el secreto de la vida se esconde en esta certeza, en este “hecho”… la vida vino, viene y volverá.

Conversando con un gran amigo, entre medio de los pasillos de un cementerio y acorralados por miles de cuadrados con fechas y nombres, me preguntaba muy angustiado: José… ¿Estaremos hechos para esto? todas estas personas que están a nuestro alrededor vivieron tristezas, alegrías...hay toda una historia detrás de ellas. ¿Estuvieron hechas para esto? ¿vivieron para esto?... ¡No puede ser!, era mi respuesta, ¡no puedo sólo ser carne para gusanos! Reconocía una impotencia, una tristeza…


El dolor humano esconde un enorme grito, una incapacidad... revela una pequeñez; Cuando me enfrento a este dolor, mientras mas hago el esfuerzo de responderle, mas me doy cuenta que no basto, mis palabras no bastan, no puedo responder al dolor de un amigo.
Para algunos esto puede causar extrañeza… frente a estas palabras, la típica respuesta es “te estas tomando la vida de forma muy grave, nadie se pregunta estas cosas, es obvio que sea así”… no es obvio!! Y eso es lo bello!! Somos infinitos... nuestra incapacidad es signo de la existencia de un misterio, de un infinito, de Dios… revela nuestra medida, el tamaño de nuestra necesidad, y para lo que finalmente estamos hechos.

La vida vino.
El cristianismo es un hecho histórico, la muerte y resurrección de Jesucristo lo cambia todo, es revolucionaria. El mismo Dios, con la resurrección viene a responder a este dolor… nos vino a regalar una certeza, una prueba viviente, palpable, concreta: nuestro dolor infinito tiene respuesta.


La vida viene
. No se puede creer en un Dios que no posee un rostro… ese rostro es el de Jesucristo, Dios hecho hombre… pero que ya no es sólo historia, vive… se prolonga a través de la historia. San Pablo dice “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi”… esta frase esconde el mayor de los misterios … nuestra necesidad infinita, nuestra sed de Dios, sed de Cristo, nos invita a buscarlo y por consecuencia ya no soy yo.
Si reconozco a esta presencia que a través de la vida me habla, ya no vivo por mi cuenta, es otro que me invita y me pregunta. Hay "Alquien" detrás del amigo, del pobre, del que no tiene pan, de mi familia, de mis amigos...
Reconocer la paternidad de Dios lo cambia todo: Ya no vivo yo, es otro quien vive pues, mi sola pretensión, mi sola medida no basta… dejo de ser yo la medida de todas las cosas, yo no puedo ser la respuesta al dolor de un amigo, pero soy parte de ella; esta impotencia, el dolor descansa en los brazos de un padre. Lo busco, le respondo, y me dejo vivir. No vivo, me dejo vivir.

La vida volverá.
La certeza de la presencia de Cristo, de la fidelidad de Dios, de la paternidad, quita el miedo. EL futuro es incierto, pero mi historia no me ha dejado de hablar, no me ha dejado de decir que no estoy sólo. Frente a esta certeza la vida cambia, todo es un regalo, todo se te da, todo es una voz, todo es un “sígueme”. La madre teresa nos dice: “no es importante cuanto haces, sino cuanto amor pones en lo que haces”. ¿A quien le entrego mi vida?, si alguien entregó su vida por mi, ¿que puedo hacer por ello? Eso es Amor.

10 sept 2010

Infinita...


Quiero estar contigo, y descubrir…
este misterio que abunda en mi vida.
Esta historia ya no deja de decir,
que toda mujer es un bello ángel con alas,
Que vuela y vuela y nunca se alcanza.
Me revelas la promesa de nuestro destino...
Deja que descubra como vivir, contigo mi princesa…

Quiero amar, contigo caminar,
mirar tus ojos, como al mar…

un mar azul igual a transparente,

coloreado por el cielo inmenso y el viento lo embellece.

El misterio infinito escondido revela un paraíso,

en ti, en tus ojos, en todo ese mar…

Es que tu voz es como una melodía,
es como luz encendida que alumbra mi vida.
Y tu presencia es como esa flor que escondida
enciende la añoranza, la bendita esperanza.
Y tus ojos me revelan la voz,
que me grita el tamaño de nuestro destino.
Pero nada se le iguala a la miel de tu sonrisa…