Mirarte es volar con el piano de Shumann y una sonrisa... entre las estrellas, la luna y unos ojos llenos de amor.
Mirarte es darse cuenta que tu vida salió a mi encuentro vestida de jeans. Es comprender que en ti vivimos, nos movemos y existimos... pues estás en aquellos que miran como el pequeño José tomas, en la cordillera de los andes, en los chincolitos, en el ciruelo de mi casa y en mis ojos después de tu abrazo.
Mirarte no es un sentimiento; no es un romántico Jesús o una estrella de rock, no es un héroe vestido con capa y no es como el ídolo de mi hermana menor. Mirarte es mirarte de verdad. Es no escapar. Es tener conciencia de la pobreza, del mundo al revés, del dolor, de la impotencia... porque ahí eres un grito y estás mas presente que nunca. Por eso no puedo dejar de mirarte. Si escapo, no te miro y si no te miro, no me miro y si no me miro, vivo para mi... vivo en mi casa riéndome por la persona que se hizo un piercing en la encia y un tatuaje en el dedo chico.
Mirarte es seguir, porque seguir es crecer, y crecer es seguir mirándote en mi. Es estudiar. Es seguir al profesor que encendió con su amor mi corazón. Es no ser un mix de vocaciones.
Cuando te miro, vibro... pero cuando no te miro, también. Por eso mirarte es conocerte. Es no confundir al mal con el bien, ni al bien con el mal.
Mirarte es descubrir a un amor tan inmenso, que hasta desea locamente a este corazón. No comprendo que es lo que tengo para merecerte...soy una incoherencia total , un grano de roca en medio del desierto, y un volcán vestido de infinito anhelo.
Mirarte es descubrir tu mirada en los ojos de aquel que al parecer enloqueció... y en este momento comenzamos nuevamente, porque simplemente mirarte es la vida, es la cierta respuesta agradecida que Tú presencia hizo florecer. Cristo.
18 feb 2011
12 feb 2011
Misiones Pichidegua 2011
Antes de comenzar la misión en Pichidegua, en las reuniones para preparar las catequesis me quedo resonando mucho el tema de fe y razón; “la fé es razonable; no partimos de cero, no nos movemos por una energía emocional interna; nuestra vida se va construyendo con hechos, y éstos van constituyendo la conciencia y el actuar de nuestro camino”. Me resonó mucho esto, pues aunque esto ya lo había escuchado en alguna parte, no era algo que me acompañara en las circunstancias más cotidianas. Cristo tiene que ver con todo.
“Vivir es hacer memoria de mi” fue la frase que nos acompaño durante todas las misiones y mas aún se me aclaraba el panorama y se me venían a la cabeza los encuentros y aquellas miradas que se posaron sobre mi a lo largo de mi historia. Las miradas de mi papá, mi mamá y mi hermana… gratuitas al extremo… ellos me lo dan todo y un poco más, me lo han perdonado todo a través de gestos y los meritos son muy pocos. La mirada de mi abuelo que se mueve por la gratitud, mi profe de música que a pesar de yo tocar horriblemente mal en un principio, y a pesar de abandonarlo, siempre creyó en mi y me recibió con los brazos abiertos nuevamente. Amigos mios como Nicolas, Nelson, Belen, Fernando, José, Pamela, Fran, Daniel, que a pesar de las debilidades siempre me acompañan y ayudan en el caminar.
Digo sus nombres porque la amistad no es una masa. me he dado cuenta que no corresponde a nuestra razón derretir el contorno de las cosas y disolverlo todo en una cosa. Aquello que nos acompaña cotidianamente no son “los” amigos, es “él” amigo; Cuando San Alberto Hurtado nos desafía con la pregunta: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” ya no pienso en el cielo… ya no pienso en la persona de Jesús, porque aunque suene contradictorio a Él en persona no lo vi… pero el día de hoy vive y lo puedo conocer, porque dos mil años han pasado desde que maría dijo si, desde que Jesús dijo si, al igual que sus discípulos e innumerables personas dijeron que sí, y han permitido que la belleza del amor de Cristo viva el día de hoy y salga a mi encuentro.
Por eso él me genera, porque lo que desea el corazón vive, está presente y me hace vivir… el rostro de ese amigo, de ese familiar: el rostro de Cristo.
Ahora cuando voy a trabajar a hacer clases, me pregunto ¿Qué tiene que ver esto con Cristo? ¿por qué lo hago? Y me doy cuenta que recordar mi vida lo ilumina todo: voy a llevar a mis estudiantes aquello que se me entregó. Voy a responder.
Y por ej. cuando estoy en dificultades ahora me pregunto: ¿Que haría mi "Abuelo" en mi lugar?
En las misiones vivi muchas situaciones de impotencia: un señora que lloraba mucho pues era victima de maltratos y amenazas por parte de su marido; no pudimos decirle nada pues se tenia que ir, y un hogar de ancianos cuya realidad me causo mucho dolor… muchos abuelitos que conocía desde los años anteriores, este año estaban muy enfermos. A ratos me daban ganas de salir de ahí… en momentos no pude contener algunas lagrimas. Pensaba que si no existiera aquel que responde a este infinito dolor, el corazón se haría trizas y la vida sería una “pasión inútil”. Pero ¿Cómo poder enfrentar una realidad así? Pienso en los médicos, en los sacerdotes, en los voluntarios, y yo mismo como profe. ¿como responde Cristo a este dolor que surge en el corazón? Creo que la punta del iceberg es ésta: la mirada de Cristo presente en mi vida... y dejarse mirar, para mirar.
“Vivir es hacer memoria de mi” fue la frase que nos acompaño durante todas las misiones y mas aún se me aclaraba el panorama y se me venían a la cabeza los encuentros y aquellas miradas que se posaron sobre mi a lo largo de mi historia. Las miradas de mi papá, mi mamá y mi hermana… gratuitas al extremo… ellos me lo dan todo y un poco más, me lo han perdonado todo a través de gestos y los meritos son muy pocos. La mirada de mi abuelo que se mueve por la gratitud, mi profe de música que a pesar de yo tocar horriblemente mal en un principio, y a pesar de abandonarlo, siempre creyó en mi y me recibió con los brazos abiertos nuevamente. Amigos mios como Nicolas, Nelson, Belen, Fernando, José, Pamela, Fran, Daniel, que a pesar de las debilidades siempre me acompañan y ayudan en el caminar.
Digo sus nombres porque la amistad no es una masa. me he dado cuenta que no corresponde a nuestra razón derretir el contorno de las cosas y disolverlo todo en una cosa. Aquello que nos acompaña cotidianamente no son “los” amigos, es “él” amigo; Cuando San Alberto Hurtado nos desafía con la pregunta: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?” ya no pienso en el cielo… ya no pienso en la persona de Jesús, porque aunque suene contradictorio a Él en persona no lo vi… pero el día de hoy vive y lo puedo conocer, porque dos mil años han pasado desde que maría dijo si, desde que Jesús dijo si, al igual que sus discípulos e innumerables personas dijeron que sí, y han permitido que la belleza del amor de Cristo viva el día de hoy y salga a mi encuentro.
Por eso él me genera, porque lo que desea el corazón vive, está presente y me hace vivir… el rostro de ese amigo, de ese familiar: el rostro de Cristo.
Ahora cuando voy a trabajar a hacer clases, me pregunto ¿Qué tiene que ver esto con Cristo? ¿por qué lo hago? Y me doy cuenta que recordar mi vida lo ilumina todo: voy a llevar a mis estudiantes aquello que se me entregó. Voy a responder.
Y por ej. cuando estoy en dificultades ahora me pregunto: ¿Que haría mi "Abuelo" en mi lugar?
En las misiones vivi muchas situaciones de impotencia: un señora que lloraba mucho pues era victima de maltratos y amenazas por parte de su marido; no pudimos decirle nada pues se tenia que ir, y un hogar de ancianos cuya realidad me causo mucho dolor… muchos abuelitos que conocía desde los años anteriores, este año estaban muy enfermos. A ratos me daban ganas de salir de ahí… en momentos no pude contener algunas lagrimas. Pensaba que si no existiera aquel que responde a este infinito dolor, el corazón se haría trizas y la vida sería una “pasión inútil”. Pero ¿Cómo poder enfrentar una realidad así? Pienso en los médicos, en los sacerdotes, en los voluntarios, y yo mismo como profe. ¿como responde Cristo a este dolor que surge en el corazón? Creo que la punta del iceberg es ésta: la mirada de Cristo presente en mi vida... y dejarse mirar, para mirar.
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